Denominada Reina de las Ermitas por Felipe II, es también llamada la “Capilla Sixtina” de la cerámica, ya que recoge piezas y azulejería desde el siglo XVI hasta la actualidad, que se aúnan con su arquitectura renacentista
y barroca.
Ya su pórtico recibe al visitante con un friso de incalculable valor artístico procedente de la desaparecida ermita
de San Antón, del siglo XVI. Llaman especialmente la atención dos escenas: el desfi le de soldados ante Jesús que está comandado por el emperador Carlos V arrodillado, y la presencia de San Ildefonso en el pasaje de la imposición de su casulla.
En el interior del templo, dos grandes grupos: el primero, en el lado del Evangelio, representando la genealogía de Jesucristo; en el lado de la Epístola, la vida de la Virgen.
Dignos son de mención los dos púlpitos que fl anquean el altar mayor; uno, original del siglo XVI, y el segundo, datado a mediados del siglo XX con reminiscencias renacentistas, procedente de la fábrica de Ruiz de Luna.
Completan el catálogo cerámico diversos paneles del siglo XVI, XVIII y XX, como el retablo dedicado a San Cristóbal, o el impresionante retablo de San Antonio, considerado una de las obras más importantes de los pintores alfareros del siglo XVI, situado en el crucero de la basílica.
Otros dos rincones recogen interesantes muestras cerámicas; la sacristía cuenta con una interesante colección de azulejería datada en el siglo XVIII con distintos pasajes bíblicos, mientras que el camarín de la Virgen destaca por unas pinturas realizadas por Juan Ruiz de Luna.